jueves, 28 de julio de 2011

Ellos (2)

Vámonos al principio. Hace ya algún tiempo, incluso años, pensaba que los políticos eran como los médicos. Creía que al soltar su discurso de “Prometo ser leal y blablablá…”, todo cambiaba en ese preciso instante, pues una fuerza especial les poseía y entonces dedicaban sus vidas al prójimo. A ayudar. A salvar. A ser justos. E incluso, dentro de lo que cabe, a amarnos.

Y luego veo que el sector de la información se llena cada día de forma más peligrosa de gentes muy enfadadas y decididas a provocar enfados ajenos.

Cabe preguntarse dónde están los periodistas de verdad; jóvenes profesionales deseosos de expresar sus ideas, queriendo informar de manera imparcial y estilo. Con lucidez e inteligencia. Aunque desafortunadamente cada día que pasa me siento más avergonzado del país en el que vivo y tolero; cada día veo cómo individuos originados y venidos de la Falange o de diarios tan extremistas como la propia ignorancia más retrógrada que generan, dictan protocolos morales obteniendo siempre más atención mediática:

Se decide una nueva propuesta de ley, ellos gritan a destajo. Muerden y apedrean. Sistemáticamente. Sin pensar. Se quiere ahorrar energía (o sea, ahorrar gastos a todos los españoles); se ríen e insultan. ¿El gobierno cambia su próximo candidato a las presidenciales? Buenos, insultos y un “ya estás muerto” es lo que toca leer en sus medios afines. Si un grupo llamado 15M lanza ideas y grita su indignación, es por tanto lógico que sea formado por “perroflautas”. Vagos, maleantes y borrachos todos. Si el TS dice que Bildu es un partido político democráticamente elegido, replican que ellos, son ETA, y que tú, al apoyar la decisión de un tribunal o lo que tan democráticamente dictaron las urnas, eres ETA. Por cierto, en otros países –los normales, en los que las formaciones políticas nazis y fascistas no son toleradas– llamar a la cúpula del gobierno central “terrorista”, se persigue legalmente.

Hasta cuesta tener que escribir esto.

En España, la oposición –ello jamás tan claramente demostrado desde 2004– solo espera babeando calentar el trono, cambiar las leyes que han tardado los socialistas meses  y años en realizar y conseguir, y volver a crear una burbuja (inmobiliaria, financiera… la que sea) a costa de la crisis que lleva pagando el gobierno actual desde hace 4 años junto con todos los españoles y que ofrecerá en breve un horizonte menos tenebroso (obviamente, no ha guerra que cien años dure… Y sí, se despejarán las nubes y sabremos quienes aprovecharán para proclamarse brujos sabedores de atraer el buen tiempo. ¿Alguna idea?)

Gran pena la mía. Pena por permitir todo esto en la legalidad. Y pena porque dejan que terroristas sociales nos digan que nosotros lo somos. Terroristas intentando que los casos “Faisán” sean comparados a los “Gal” (que muchos defendían entonces, y ahora, por cierto).  Sí, terroristas sociales, ex-reclusos, ladrones y corruptos que, sin educación, ignorantes, diciéndose periodistas –hasta hoy protegidos por su inevitable adinerada cúpula familiar– que tan deprimidamente solo saben demostrar que de lo único que son capaces es de levantar bien alto la copa de Rioja, mientras mastican los débiles huesos del lechal que en compañía de sus compinches, sus vísceras bien saben digerir.
Esos son; tumores sociales, peligros en estado de gracia, en fin, parásitos y mal nacidos de los que deberíamos –como humanos de bien– protegernos y alejarnos, pues tan solo saben optar por adorar lo que no han sido capaces de hacer en su vida; el servicio militar, por ejemplo, que muchos de ellos no han podido realizar por ser rechazados, y, peor aún, no han terminado por cobardes y traidores, no es sino lo que más gustan sus señorías engrandecer. Esos valores… esos uniformes… esa virgen y sus legionarios… (Alfonso Ussía, César Vidal) Y por supuesto el mayor de sus fracasos; las mujeres. Desvirgarse bajo sutiles amenazas con la sirvienta de la casa (como gustan reconocer algunos, como el crétino, bocazas y misógono Salvador Sostres), demuestra la falta de grandeza de todos ellos.
Frente a todo ello, sudan mil celos y mil envidias, mientras creen ser superiores porque “escriben” multitud de libros (eterno Cesarito Vidal, el Führer Losantos), se dicen periodistas (el retrógado y racista Ussía, el fascista Carlos Dávila o el inquisidor Pio Moa), mucho peor, se saben historiadores tan solo por saber manejar el “Google”.
Tristes tigres… que al final resultaron ser cucarachas.